«Algunos de mis amigos latinoamericanos aseguran que debemos regresar a las tradiciones tribales ancestrales, etcétera. No. Mantengo mi marxismo en este punto. Debemos atravesar la modernización capitalista radical. No hay vuelta atrás».
“Gradualmente nos estamos volviendo conscientes del grado de control del internet, ¿quién controlará el espacio digital? Es una de las grandes batallas de hoy en día… Creo que este espacio digital no es bueno o malo. Es simplemente un plano de lucha.”
Slavoj Žižek
***
¿Qué pasaría si en medio de la pandemia llegara el apagón digital; si los servidores que mantienen funcionando internet y telefonía dejaran de funcionar?
Llamarán de nuevo las campanas para congregar a las personas.
Llamarán de nuevo las campanas para informar de viva voz.
Llamarán de nuevo las campanas para repartir el alimento. Llamarán.
Pues que yo perdí la vida,
hombre, por amor a ti,
tú ¿qué perderás por mí,
hombre de mí tan amado,
que tan caro te compré
con sangre de mi costado,
que a tu causa derramé
y con todo eso me fue
dulce por amor de ti?
Tú, ¿qué perderás por mí?
Por sacarte de prisiones
nací entre dos animales
y por remediar tus males,
padecí entre dos ladrones.
Mis trabajos y aflicciones
y mi vida doy por ti.
Tú, ¿qué perderás por mí?
¿Por qué llevan al pastor fatigado?
Por amor de su ganado.
A Jesús, nuestro Pastor y nuestra luz,
Llevan a tomar la cruz por cayado,
por amor de su ganado,
por sacar a sus ovejas de prisiones,
es llevado entre sayones, maniatado,
por amor de su ganado.
Respuesta del alma a Cristo crucificado
¿Qué perderé yo por Ti,
mi señor Crucificado,
si siendo de tu ganado,
tanto, Señor, me perdí
cuidando de mi cuidado?
¿Qué perderé yo por Ti,
si, tras haberme ganado,
con tu corazón por mi
a tal punto desgarrado,
tanto, Señor, me perdí
cuidando de mi cuidado?
¿Qué perderé yo por Ti,
que al cuidar de mi cuidado,
tanto, Señor, me afligí,
que acabé desamorado?
Dame, Señor, el perder
cuidarme de mi cuidado.
Y ayúdame a renacer,
oveja de tu ganado,
para así volver a ser,
de tu amor enamorado,
mi Señor crucificado.
Las Fuerzas Armadas han bautizado como Operación Balmis su despliegue en diversos puntos de España para reforzar las tareas de confinamiento en el estado de alarma por el coronavirus. *** ***
LA PRIMERA GRAN CAMPAÑA DE VACUNACIÓN, DIRIGIDA POR UN MÉDICO MILITAR ESPAÑOL
Viruela: la más terrible epidemia que ha sufrido la humanidad
Al ver el nombre de esa operación no pude hacer menos que sonreír, pues me pareció un buen gesto de reconocimiento a un héroe español que luchó contra la peor epidemia que ha sufrido la humanidad: la viruela. Para que nos hagamos una idea de su letalidad, ya sólo en el siglo XX esa enfermedad mató a unos 300 millones de personas. Precisamente contra esa enfermedad fue creada la primera vacuna, obra de otro gran héroe de la ciencia, el médico inglés Edward Jenner (1749-1823). De hecho, la propia palabra vacuna viene del término latino variolae vaccinae que designa a la viruela bovina, que sirvió para crear el remedio contra esa terrible enfermedad.
El médico inglés Edward Jenner, descubridor de la vacuna de la viruela y un auténtico héroe de la ciencia (Cuadro de John Raphael Smith, 1752–1812).
Balmis, la historia de un médico militar español
Francisco Javier de Balmis y Berenguer nació en Alicante el 2 de diciembre de 1753, y empezó sus estudios de Medicina en el Hospital Real Militar alicantino en 1770, con el fin de convertirse en cirujano militar. Cinco años más tarde participó en la Expedición de Argel contra los berberiscos, colaborando en un hospital de campaña. En 1778 recibió el título de cirujano y en 1779 entró a formar parte del cuerpo de Sanidad Militar del Ejército Español, sirviendo en el Regimiento de Zamora, heredero de uno de los Tercios del famoso milagro de Empel y cuya tradición continúa hoy el Batallón “Zamora” de la BRILAT. Con ese Regimiento tomó parte en el sitio de Gibraltar. También luchó en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Debido a los méritos que demostró, en 1781 fue ascendido al rango de cirujano del Ejército, siendo destinado a América y sirviendo en Cuba y México.
Una expedición con 22 niños huérfanos españoles
En la ciudad de México, Balmis fue nombrado cirujano mayor del Hospital Militar del Amor de Dios en 1786. Allí trabajó en estudios sobre el tratamiento de la lepra y de las enfermedades venéreas. En 1794 fue nombrado Consultor de Cirugía del Ejército, y al año siguiente se le designó cirujano honorífico de cámara del Rey Carlos IV de España. Estando en Madrid, Balmis conoció el descubrimiento de la vacuna contra la viruela por parte de Edward Jenner. El médico militar español se convirtió en uno de los más firmes partidarios de la vacunación. Por entonces la viruela estaba matando a una quinta parte de la población. El problema afectaba no sólo a la España peninsular, sino también a sus dominios de ultramar. Por ello, Balmis propuso al Rey llevar la vacuna de la viruela a América y Filipinas. Era una propuesta arriesgada y difícil, pues entonces no había forma de llevar muestras de la vacuna en barco durante una travesía tan larga. Balmis tuvo una idea muy audaz: llevar en la expedición a 22 niños huérfanos de Madrid, La Coruña y Santiago de Compostela que sirviesen de correa de transmisión de la vacuna.
Francisco Javier Balmis, el médico militar español que dirigió la primera gran campaña de vacunación de la historia, llegando hasta América, Filipinas y China (Imagen: Ejército de Tierra).
Desde La Coruña hasta Tenerife, Puerto Rico y Caracas
La idea de Balmis fue aprobada por la Junta de Cirujanos de Cámara. La llamada Real Expedición Filantrópica de la Vacuna partió del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 a bordo de la corbeta “María Pita” (nombre de la heroína que había defendido esa ciudad de la invasión inglesa de 1589), haciendo su primera escala en Tenerife, donde empezó su campaña de vacunaciones. La expedición recaló en Puerto Rico en 1804, dirigiéndose después a Caracas, donde se dividió en dos: una septentrional encabezada por Balmis y una meridional a cargo del cirujano militar catalán José Salvany y Lleopart.
La expedición meridional de José Salvany llegó hasta la Patagonia
Las dificultades que afrontó la expedición meridional fueron enormes, no sólo geográficas, sino también políticas, ya que algunos indígenas lanzaron una revuelta contra la campaña de vacunaciones. Durante esa expedición meridional, que recorrió los actuales territorios de Colombia, Bolivia, Perú, Colombia y Argentina, Salvany contrajo la tuberculosis, la malaria y la difteria, perdió la visión de un ojo, se dislocó una muñeca y acabó falleciendo en 1810, a los 34 años de edad en Cochabamba (Bolivia), donde está enterrado. Su sucesor, el médico militar Santiago Granado y Navarro Calderón, continuó la expedición llevando la vacuna a Chile, hasta alcanzar la Patagonia. En esta expedición meridional, que terminó en 1812 -cuando España ya estaba en plena Guerra de Independencia contra los franceses- fueron vacunadas más de 100.000 personas, una cantidad excepcional para su época, y más teniendo en cuenta que la iniciaron cuatro hombres (Salvany, un ayudante, un practicante y un enfermero) y cuatro niños.
La expedición septentrional de Balmis llegó a Filipinas y China
En cuanto a la expedición septentrional de Balmis, recorrió Cuba y el Virreinato de la Nueva España (por el actual territorio de México), llegando después las vacunas a Norteamérica. La expedición de Balmis partió luego hacia las Filipinas desde Acapulco a bordo del navío “Magallanes”, llegando a Manila en abril de 1805. Allí Balmis, ya enfermo, decidió regresar a la metrópoli, encomendando la dirección de la expedición al médico militar madrileño Antonio Gutiérrez Robredo, pero al enterarse de que la vacuna aún no había llegado a China, se dirigió a la colonia portuguesa de Macao, a donde llegó en septiembre de 1805 después de naufragar el navío en el que viajaba, teniendo que alcanzar la costa en una barca junto a tres niños vacuníferos que iban con él. En Macao los miembros de la expedición tuvieron un gran recibimiento. En febrero de 1806 Balmis inició su regreso a Madrid, vía Lisboa, parando de camino en la isla británica de Santa Elena, donde también llevó a cabo vacunaciones. En la capital de España, a donde llegó en 1806, Balmis fue recibido como un héroe. No era para menos.
El mapa con la ruta de la Expedición de Balmis. Incluye su experidión meridional por Cuba y México y la expedición meridional de Salvany por Sudamérica (Imagen: Comité Asesor de Vacunas de España).
Una heroica expedición que salvó millones de vidas
Esta expedición salvó millones de vidas, siendo una de las más grandes gestas históricas de España en toda su historia. Aunque no lo sepan, muchos de los actuales habitantes de los países citados deben su vida a aquella expedición, incluso aquellos que sólo tienen palabras de odio y de rencor hacia España (en muchos casos hacia sus propios antepasados). Al conocer la expedición, Jenner, el inventor de la vacuna, comentó: “No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este”.
Me quedo, además, con lo que apuntó Luis del Pino hace un año hablando de esa impresionante hazaña de Balmis y los suyos: “tres décadas antes de que los niños de clase humilde fueran vacunados contra la viruela en Inglaterra, los españoles ya habíamos vacunado a los hijos de los apaches, de los comanches y del resto de la población del México actual”. Y es que esta gran campaña de vacunación, la primera de la historia, alcanzó a ricos y pobres, a españoles, indígenas y extranjeros. Lamentablemente, Balmis es en la actualidad un gran desconocido para muchos españoles. Hoy, gracias a esta operación militar, al menos se vuelve a recordar a aquel héroe.
Entre las cosas que nos preguntamos aquellos a quienes nos gusta la historia hay una que es permanente:
– “¿Y cómo hacían antes?”.
Y esto, quizás, por ese hábito de buscar en el pasado (en la “memoria”, que es parte cuasi-integral de la prudencia, como dice Santo Tomás), lo que termina siendo una guía para el presente y el futuro.
Al menos el presente y el futuro probable.
Es por esto que, quizás, el gran Cicerón dijo que “la historia es maestra de la vida” (magistra vitae); porque nos enseña a vivir. Y a morir…
Incluso en tiempos de coronavirus.
Pensando y re-pensando entonces, en estos días lo de nuestros templos vacíos, dimos con la historia de la famosa fiebre amarilla de Buenos Aires (1871) que, de una ciudad de 180.000 habitantes, se llevó a 13.600, según los datos oficiales aproximados.
Lo que esos mismos datos no narran es que hubo un grupo social entre los fallecidos que, contrariamente a lo que el presidente (masón) Sarmiento haría por ese entonces (se escaparía a la ciudad de Mercedes, huyendo del contagio) vivió y murió codo a codo con los enfermos. Nos referimos a los 67 sacerdotes delclero de Buenos Aires que perdieron heroicamente la vida atendiendo y ayudando a enfermos y moribundos.
De doscientos noventa y dos sacerdotes que había por entonces en la ciudad ocupándose del prójimo, el 22 % perdió la vida, en comparación con sólo doce médicos, dos practicantes, cuatro miembros de la Comisión Popular y veintidós integrantes del Consejo de Higiene Pública.
Es a ellos a quienes, en pleno debate parlamentario acerca de la separación Iglesia y Estado, Guillermo Rawson se referiría a fines del siglo XIX:
“He visto también, señores, en altas horas de la noche, en medio de aquella pavorosa soledad, a un hombre vestido de negro, caminando por aquellas desiertas calles. Era el sacerdote, que iba a llevar la última palabra de consuelo al moribundo. Sesenta y siete sacerdotes cayeron en aquella terrible lucha; y declaro que este es un alto honor para el clero católico de Buenos Aires, y agrego, que es una prueba de que no necesita ese culto del apoyo miserable que pensamos darle”[1].
Honor y gloria, entonces, a aquellos hombres de negro, hoy recordados en un olvidado monumento en el Parque Ameghino.
– “¿Y qué pasaba con los templos?”
La epidemia de la fiebre amarilla atacó a Buenos Aires en la misma época que ahora el Coronavirus. Para el inicio de año. Y no terminó hasta la mitad de ese año.
Y los templos… también fueron cerrados…
“Claro –se nos dirá– pero la historia nunca es igual: una cosa fue la tremenda fiebre amarilla (que no perdonaba a nadie) y otra el actual coronavirus», una epidemia que, al parecer, es letal sólo para los mayores y más vulnerables y que, lo que denota es doble:
– Un gran laboratorio de dominación de las masas.
– Una tremenda falta de Fe de muchos católicos -aún de los más «ortodoxos»- que temen desmesuradamente a la muerte.
Pero quizás sea aún demasiado pronto para hacer análisis o para reconocer si, estrictamente, era o no necesaria la clausura de nuestros templos. Lo que si sabemos es que, hubo un tiempo de epidemias duras en que los templos se cerraron por mandato del gobierno y con la anuencia de la Iglesia.
Ni misas públicas ni nada de nada. Todos a sus casas. Así nomás:
“Día 31 de marzo (1871): Prohíbense funciones de Iglesia […]”[2]
Punto.
Ni la Semana Santa de ese año se salvó, siendo el pico de cantidad de muertos; más de 500 por día, de allí que la Comisión de Salubridad solicitase a Mons. Aneiros, por entonces Vicario Apostólico de Buenos Aires (dos años después sería nombrado su Arzobispo), la suspensión de las celebraciones propias de la Semana Mayor.
Y así se hizo:
“El Vicario Capitular, Buenos Aires, Marzo 31 de 1871. A los señores Párrocos, Prelados Regulares y Capellanes de las Iglesias. Doloroso es al infrascrito tener que prohibir en la Semana Mayor, la solemnidad del culto, sus funciones de concurso, maitines cantados, estaciones de concurso y sermones, pudiendo hacerse todo el oficio demás rezado y cantado. Prohibimos la aglomeración y en las Iglesias pequeñas, reuniones de más de veinte personas. Encargando la ejecución a los señores curas, les recomendamos exhorten al pueblo que santifiquen estos días con doble empeño, aunque sea privadamente con la oración, con los sacramentos, lectura de la Pasión de Nuestro Señor y otras análogas y con obras de caridad cuando pudiesen. Aunque se tenga en veneración y depósito la Sagrada Hostia el jueves santo, será con sujeción a estas disposiciones, sin mayor adorno, y cerrándose la Iglesia a la noche. Nuevamente se recomienda el aseo y la ventilación. F. Aneiros”[3].
De allí que algunos, desde el diario La Tribuna escribiesen:
“El mismo Señor Obispo, comprendiéndolo así, y a instancias de la Comisión Popular de Salubridad, ha ordenado la suspensión de todas esas fiestas. No importa. Haremos un templo en nuestros pechos y dentro de él elevaremos nuestras preces fervientes. Así, veneraremos al Mártir de los mártires, reforzaremos nuestro ánimo, tan necesario para continuar la tarea, y alcanzaremos la salvación de un pueblo sumido hoy en el dolor y el desconsuelo”[4].
Los templos cerrados, entonces. Pero no por ello la Iglesia cesó de atender a los enfermos y moribundos, celebrando, al mismo tiempo misas privadas, rogativas, novenas y hasta repartiendo oraciones dirigidas a la Madre de Dios para que terminase con la epidemia:
“Virgen inmaculada, Refugio de los pecadores, Consuelos de los afligidos, Esperanza de los atribulados, os suplicamos con todo el afecto de nuestro corazón contrito y humillado, interpongáis vuestra intercesión para con el Dios de las misericordias, que no desea la muerte, sino la conversión de nosotros miserables pecadores, para que se digne mirar con ojos de compasión y de clemencia la aflicción de su pueblo. Haced, os pedimos, que ordene al Ángel ministro de su justa indignación, que hemos nosotros provocado con nuestras muchas culpas, que vuelva a la vaina la espada fulminante que tiene desenvainada para nuestro exterminio, y que se aleje de ESTA CIUDAD, devota vuestra, el azote terrible de la pestilencia, que tan de cerca le está amenazando […]”[5].
***
Templos cerrados, curas heroicos y devoción a Maria Santísima entonces. Y si nos llegase a tocar (como es previsible) una Semana Santa con templos aún cerrados, una vez más, haremos un templo en nuestros pechos y dentro de él elevaremos nuestras preces fervientes venerando al Mártir de los mártires.
A Aquél que murió Pero que está vivo. Que no te la cuenten…
Primero les quitó las pilas a sus tres relojes pulsera y luego hizo lo mismo con el que estaba sobre la mesa donde trabajaba; en la cocina puso en «00» el reloj del horno de microondas, quitó del enchufe el despertador eléctrico de su cuarto y en el comedor le puso una toalla gruesa encima al viejo y fiel reloj cucu…
Cerró las cortinas oscureciendo la casa y encendió la lamparita de la mesa de noche en su habitación.
Hecho todo esto se puso pijama y metiéndose en la cama, apagó la lámpara que había encendido y se dispuso a dormir, satisfecho, diciéndose con una sonrisa: «Me cago en el tiempo!».
«Sin embargo, de esta visión del pasado surge una visión optimista: siempre el hombre ha terminado por prevalecer frente a las más tremendas epidemias.» W. Ledermann D
Hace unos veinte mil años, en un tempestuoso atardecer, el hechicero cro-magnon regresaba de un retiro de tres días en el monte, donde había estado recolectando yerbas mágicas, cuando le informaron que uno de los hombres había llegado enfermo de una larga jornada cinegética. Seguro de su poder curativo -la ignorancia hace audaces a los médicos se recubrió con su vestimenta de venado y fue a verlo. Apartó el cuero que tapaba la entrada de la caverna e iluminó al enfermo con su antorcha. De inmediato dio un respingo, retrocedió espantado, ordenó levantar el campamento y huir hacia un incierto fin en medio de la noche. En la pustulosa cara del enfermo había reconocido la viruela -o alguna peste similar de la época- cuya horrorosa imagen había recibido a través de los relatos sucesivos de su padre y de su abuelo, y sabía que la muerte era inevitable. En 1994…
Saludos:Este Virus lo paramos Orando Unidos.
La Paz Contigo … y con los tuyos.
que la solidaridad despierta cuando hay que luchar contra un enemigo común;
Aún veo aquella tarjeta musical con claridad. Era amarilla, del tamaño que tenía mi mano con siete años. En el centro, las letras de J&B brillaban con un rojo intenso. Cuando la abrías, la sintonía de Jingle Bells se colaba como un chillido directo al cerebro. Fue un regalo de mi abuelo alcoholizado.
Es curioso que haya olvidado decenas de regalos bonitos y esa tarjeta permanezca en mis recuerdos. Fue aquel momento, uno de esos que parecen ordinarios, sin importancia, pero que luego se convierten en instantes clave de tu vida.
Era enero, ya había pasado la Navidad. Fui con mi padre a casa de los abuelos.
—Se han encerrado —le oí decir a mi abuela— toda la plantilla. Dicen que no salen de ahí hasta que se pare el desmantelamiento de la empresa.
Mis abuelos siempre me habían parecido mayores, pero no debían de serlo tanto si él aún…
“No puedo, ni quiero, ni debo renunciar a un sentimiento básico: la indignación ante el atropello, la cobardía y el asesinato”(Prólogo para la primera edición de «Operación Masacre», julio de 1957)
Rodolfo Walsh redactó este texto el 24 de marzo de 1977, a un año de instalada la Junta Militar. En él denuncia las atrocidades cometidas contra los derechos humanos y el plan económico que estaba imponiendo el gobierno. Su hija Vicky, oficial montonera, se había suicidado junto a su pareja, cuando se encontraba acorralada tras un enfrentamiento con las fuerzas militares. Un día después de escrita la carta, mientras dejaba ejemplares de la misma en buzones de calle, fue emboscado en las cercanías del cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, barrio porteño de San Cristóbal. Walsh combatió y fue herido. Secuestrado, desde entonces integra la lista de detenidos-desaparecidos. Sus secuestradores y asesinos, entre ellos Alfredo…
En esta semana que arbitrariamente cierro hoy –31 de mayo– no ha ocurrido nada en los teatros de la ciudad que merezca los honores de una reseña, ni siquiera una leve mención.
Películas, películas, películas… Una todas las noches en cada uno de los mil y quinientos teatros y teatrillos de San Juan. Y todas, todas, repitiendo ¡ay Dios! el mismo insípido cliché. Juan el bueno, el inmaculado, el héroe –que para ser tal héroe ha de tener forzosamente la fuerza de un toro y dar unas bofetadas de a muerte– y Pedro el malo, disputándose ambos una bonita muchacha que invariablemente resulta ser la hija de un millonario. No hay que decir que la disputa acaba siempre con el triunfo de Juan el bueno y la caída por un precipicio o la entrada en la cárcel, de Pedro el malo, quien, a pesar de lo astuto, marrullero y terrible que es, no gana una nunca.
En la vida, el malo, el egoísta, el que arteramente y sin escrúpulo alguno vende y traiciona y embauca al espíritu santo para redondear una fortuna, acaba indefectiblemente por salirse con la suya, porque cualquiera que tenga ojos en la cara sabe que vivimos dentro de un sistema social que premia al pícaro y joroba al honrado, siempre, claro está, que el pícaro opere en grande, al por mayor, porque, si opera al por menor, va a la cárcel…
Pero ¡ah! en el cine es otro cantar; en el cine no vale que el malo derroche su egoísmo y su astucia en toda suerte de hazañas depredatorias de esas que acá en el mundo llevan al millón. No, al malo no lo salva ni Murcia en ese mundo, babosamente cándido, de las películas.
Pero lo raro es que siendo esto así, sabiéndose de antemano lo que ha de pasar, a saber, que el bueno se casará con la hija del millonario y al malo lo partirá un rayo, pueda existir el menor asomo de curiosidad en el ánimo de los espectadores. Pues no sólo existe esta curiosidad en un grado considerable, sino que cuando, por una extraordinaria curiosidad, se trae a la pantalla alguna trama con sentido común en que se rompe el abominable cliché del malo y el bueno y el «happy ending», las gentes salen del teatro cariacontecidas y renegando tanto como si les hubieran robado el dinero.
Hay otro cliché, no menos mecánico y resobado. El de la mujer cuyo marido se consagra demasiado a sus ocupaciones –científicas, artísticas o mercantiles– y a la cual el tedio conduce a los brazos de un amante, que casi siempre es un virtuoso del violín, y la conquista en un periquete con unas cuantas fiorituras. Poco después el violinista se cansa y la abandona (llevándose muchas veces las joyas y dejándola sin más que lo puesto). Rueda que te rueda la mujer por tugurios y cafés cantantes, hasta que un día la casualidad hace que averigüe que su hijito (que había quedado al cuidado del marido abandonado) está gravemente enfermo. Y… ya saben ustedes el final: llegada de la madre, restablecimiento fulminante del niñito, gratitud del marido, sorpresa, explicación, lágrimas, perdón… y el condenado besito de marras como remate.
Y esto se lo traga la gente, no sólo sin chistar sino regodeándose, todos los días del año. Y cuando se le altera el cliché se encabrita y brama de indignación. Y todo este abismo de candor, toda esta ausencia de sentido estético y de sentido crítico, teniendo lugar en el siglo veinte, en el seno de multitudes cuya vida civilizada data de Roma y de Grecia. ¡Ay Dios, ay Dios, qué atrocidad!
VOCABULARIO
1.San Juan= Ciudad capital del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.
2.Cliché= Idea demasiado repetida.
3.Marrullero= Que pretende engañar con astucia y halagos.
4.Arteramente= De modo astuto, sagaz, taimado.
5.Embauca= Engaña o estafa.
6.Redondear= Sacar provecho de algo.
7.Joroba= Que fastidia, que le causa daño.
8.Hazañas depredatorias= Dícese de los robos, pillajes o saqueos.
9.Curiosidad¹= Deseo de saber o averiguar algo.
10.Curiosidad²= Rareza, excepción, extrañeza.
11.Asomo= Indicio, señal o manifestación de alguna cosa.
12.Cariacontecidos= Con semblante triste, turbado o atribulado.
13.Periquete= Espacio de tiempo muy breve. Instante, santiamén.
14.Fiorituras= Adornos al ejecutar un instrumento musical.