*** DON TOMAS VERA *** Artículos de Nemesio R. Canales

DON TOMAS VERA
(Fragmento del artículo de 1915 Cleopatra)
     Me es grato recordar a mi profesor de historia don Tomás Vera, el hombre más bonachón y más simpático que ha venido a este mundo. Don Tomás Vera, con todo y tener que habérselas en clase con un batallón de demonios de todos tamaños y edades, tenía la rara sabiduría de no enfadarse nunca, y era tan hondo y tan sólido su conocimiento del corazón humano, que le gustaban más los muchachos desaplicados y perversos que aquellos de cara de sacristán arrepentido que no rompían un plato. Y era tan bueno y sabía tanto don Tomás Vera, que poseía el exquisito arte de quedarse dormido como un leño cuando más atascado estaba uno en una lección, para librarse él y librarle a uno de esa cosa terrible e idiota que se conocía entonces con el nombre de “mala nota” y cuya inevitable consecuencia era el castigo inquisitorial de “quedarse preso”.
     Don Tomás Vera, adelantándose a sus contemporáneos lo menos en un siglo, no le daba importancia alguna ni a la asignatura que enseñaba, ni a sus tareas, responsabilidad y autoridad de maestro; y sabedor, Dios sabe si por instinto o por reflexión, de que las cosas que se aprenden en la escuela se olvidan enseguida, y de que, en todo caso, es bueno que se olviden para que no estorben en el cerebro, tenía el buen gusto de aburrirse y aburrirnos lo menos posible con sermones y penitencias, y así fue como su hora de clase llegó a ser para nosotros una especie de oasis en el espantable desierto de la vida escolar.
 
VOCABULARIO CONTEXTUAL

1.Hondo= Intenso, pleno, completo.

2.Sólido= Categórico, arraigado, concluyente.


3.Cara de sacristán arrepentido= Aparentando sumisión o docilidad.


4.Castigo inquisitorial= Dícese de los procedimientos  parecidos a los del tribunal de la Iglesia Católica que en la Edad Media 
castigaba cruelmente los delitos contra la fe.

 
5.Oasis= Refugio, descanso en las penalidades de la vida.
 
 

Aprende a Orar:La grandeza y pequeñez de la semilla Santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34.Por: H. Francisco J. Posada, LC

 

31 de enero de 2020

La grandeza y pequeñez de la semilla

Santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34. Viernes III del Tiempo Ordinario

Por: H. Francisco J. Posada, LC | Fuente: http://www.somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)                                                Señor, que crea en ti cada día más para que me comprometa a amarte con todo mi corazon y que te demuestre mi amor con los pequenos detalles de mi día a día.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.

Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Toda gran obra comienza por pequeños detalles porque si los hacemos bien, después será más fácil que todo salga bien. Así sucede con el grano de trigo que fue plantado bien; este primer acto ayudó a que después fuese la tierra la que lo hizo crecer.

Este plantar bien el grano de trigo es similar a nuestra fe porque es algo que está a la base de nuestra vida espiritual ya que, si no creyéramos, nada de lo demás tendría sentido. El crecimiento de nuestra fe se va dando poco a poco ya que Dios lo cuida hasta que está listo para la cosecha.

La otra parte del Evangelio muestra cómo pequeños gestos en un inicio, se hacen obras grandes después. Un ejemplo de esto es Don Bosco y su congregación de los salesianos. Todo comenzó con su vida de niño pobre en una familia humilde y un sacerdote que le enseñó algunas cosas básicas; después su entrada en el seminario y sus sueños, algo normal y cotidiano; más adelante los primeros momentos de su congregación cuando él ya era sacerdote y lo acompañaba un grupo pequeño de jóvenes, hasta nuestros días en los que san Juan Bosco es uno de los santos más conocidos en el mundo y los salesianos son una congregación muy grande que incluye a las hermanas de María Auxiliadora y que hace tanto bien. Así es como crece la semilla, sin nada espectacular, hasta que llega a ser un arbusto grande.

«La semilla no es ni tuya, ni tuya, ni mía. La semilla la siembra Dios y es Dios el que da el crecimiento. Yo soy el brote, cada uno de nosotros puede decir. Sí, pero no por mérito tuyo, sino de la semilla que te hace crecer. ¿Y yo qué tengo que hacer? Regarla. Regarla. Para que eso crezca y llegue a esa plenitud del espíritu. Es lo que ustedes tienen que dar como testimonio. ¿Cómo se puede regar esta semilla? Cuidándola. ¡Cuidando la semilla y cuidando el brote que empieza a crecer! Cuidar la vocación que hemos recibido. Como se cuida a un niño, como se cuida a un enfermo, como se cuida a un anciano. La vocación se cuida con ternura humana. Si en nuestras comunidades, si en nuestros presbiterios falta esa dimensión de ternura humana, el brote queda chiquito, no crece, y quizá se seque. Cuidar con ternura».
(Discurso de S.S. Francisco, 2 de diciembre de 2017).

SUEÑOS DE FRATERNIDAD: It’s easy if you try

«Muy posiblemente que sentiría un fuerte dolor y a la vez, la alegría. Es normal? No. Es natural? sí.» Excelente
La Paz Contigo… y con nosotros.

Neurociencias divertidas

Imagine no possessions

I wonder if you can

No need for greed or hunger

A brotherhood of man

J.Lennon

Si, John, no es difícil imaginar, yo nací en el mundo de la supuesta fraternidad que fracasó para mi gran suerte y por eso puedo ahora pensar, leer, escribir, hablar libremente.

Cuando esta canción fue escrita, en el decline de la loca época de los hippies, el libro deOrwell1984ya existía por más de 20 años. A veces pienso, y no solamente yo, que gracias aOrwellhemos podido evitar el destino descrito en este libro, a pesar de los intentos de los románticos como John Lennon que trataban de explicar a los humanos que tan lindos eran en su potencial, pacíficos, llenos de amor y altruismo, que podían construir un mundo perfecto, sin dolor, sin mentiras, sin guerras, sin posesiones, sin rivalidad,sin humanidad.Yo conozco un mundo…

Ver la entrada original 1.405 palabras más

Abrigar-te…

Donde las eLes encuentran su nombre

como si el minuto más frío del año cayera justo en el día universal de la semántica, la gramática, la sintaxis y la ortografía,

y no nos quedara más remedio que hacer «té» con cada uno de los verbos que tenemos a mano para poder calentarnos,

algo así como añadirle un «tú» a cada una de nuestras infusiones,

y convertir sus cuatro sílabas y sus nueve letras,

en la palabra polisílaba más monógama del mundo.

abrigarte

.¿Me podría vender algún verbo para poder hacer té?

-¿De qué clase los quieres?

-Me bastaría con cuarto y mitad de «sentir, abrazar, oler, mirar besar, sonrojar, sonreír, gritar, conocer, aprender, acariciar, bailar, desnudar, comer, susurrar, querer, soñar…». Gracias.

“Creo en el color rosa, en que la risa es el mejor quemador de calorías. Creo en besar, besar un montón. En ser fuerte cuando todo parece ir mal. Creo que mañana será otro día y…

Ver la entrada original 6 palabras más

¡No más dolor! por Óscar Romero

Muchos quisieran que el pobre siempre dijera es voluntad de Dios que así viva; y no es voluntad de Dios, que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices. Cuando dos o tres se pongan de acuerdo en pedir a Dios, Dios lo concede. Es la comunidad de amor. La voluntad que unifica en Dios. Qué hermoso saber que esta mañana, también nuestra oración, nuestra misa, será escuchada por Dios, porque estamos más de dos. La Catedral está llena, para pedirle al Padre unidos a Cristo, lo que nuestra sociedad necesita. Hagamos, por eso les dije al principio de la Misa, una hora de esperanza, nuestra Misa dominical.                                                                                                            —10 septiembre 1978

El humilde no es el que esconde sus cualidades, el humilde es aquel que como María la humilde dice: «Ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso». Cada uno de nosotros tiene su grandeza, no sería Dios mi autor si yo fuera una cosa inservible. Yo valgo mucho, tú vales mucho, todos valemos mucho, porque somos criaturas de Dios, y Dios ha hecho derroche de maravillas en cada hombre.

 De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices.

Por eso la Iglesia aprecia al hombre y lucha por sus derechos, por su libertad, por su dignidad. Esto es auténtica lucha de Iglesia, y mientras se atropellen los derechos humanos, mientras haya capturas arbitrarias, mientras haya torturas; la Iglesia se siente perseguida, se siente molesta. Porque la Iglesia aprecia al hombre y no puede tolerar que una imagen de Dios sea pisoteada por otro que se embrutece pisoteando a otro hombre. La Iglesia quiere precisamente hermosear esa imagen, y por eso les digo: Cuánto más imagines tu capacidad intelectual, volitiva, de organización, de hermosura, etc., llega un momento en que tú dices: «Pero todo esto tiene término». En ese momento en que tú comprendes tu limitación, sabes que queda algo más de ti, ya estás orando, estás reconociendo que tú no eres Dios, que por más grande que seas, hay un límite en el que Dios comienza a ser tu necesitado. Tú lo necesitas, y entonces comienzas: «Señor, por lo que me falta, por mi pequeñez». Entonces comienzo a ver, desde el límite de mi grandeza, la infinita grandeza de Dios, y comienza mi contemplación, mi oración, mi súplica, mi petición de perdón porque le he ofendido, sobre todo la petición de gracias que necesito: «Sin ti no soy nada».       —4 septiembre 1977

Cuando despreciamos al pobre, al cortador de café o de caña o de algodón, al campesino que hoy va en caravanas buscando el sustento de todo el año, pensemos, hermanos, no lo olvidemos, es el rostro de Cristo. Rostro de Cristo entre costales y canastos de cortador; rostro de Cristo entre torturas y maltratos de las cárceles; rostro de Cristo muriéndose de hambre en los niños que no tienen que comer; rostro de Cristo, el necesitado que pide una voz a la iglesia, ¿cómo se la va a negar la Iglesia, si es Cristo que le está diciendo habla por mí? Yo no quiero estar aquella hora del juicio final a la izquierda «apártate maldito al fuego eterno, porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve necesidad y no me atendisteis» (Mt 25:41-42). Te precisó más la pureza de tu ortodoxia; te precisó más el tiempo tranquilo de tu oración; te precisó más tu congregación, tu colegio, para no contaminarte con los miserables; te preocupó más tu prestigio social y económico y político, y por eso despreciaste al que era yo pidiéndote socorro. Este es el criterio con el que Cristo nos va juzgar. Su reino es el amor, un amor que construye.                                                                                        —26 noviembre 1978

La comparación [de Isaías] se hace todavía más poética: «Como el suelo hecha sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos» (Is 61:11). Me imagino yo que el que siembra un jardín, de la tierra espera que surjan las flores. Pero es él, el que ha puesto las semillas. Esto es lo que ha hecho Dios en la redención cuando dice: «Me ha enviado a evangelizar a los pobres, para anunciar la buena nueva a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros, la libertad» (Is 61:1). ¿No les parece que es la voz de la Iglesia aquí en El Salvador gritando: ¡amnistía! ¡libertad! Gritando: ¡no más torturas!, ¡no más dolor! Es la voz de Dios que quiere sembrar bonanza, bien en la tierra. Y esta tierra florecerá. Lo ha prometido el Señor y no fallará. ¿Cuándo? No lo sabemos, esperemos. Como el agricultor que no se impacienta porque sabe que a su hora reverdecerá el jardín.                                                                                                                   —17 diciembre 1978

photo of Archbishop Oscar Romero
CONTRIBUIDO POR
:Óscar Romero

Monseñor Óscar Arnulfo Romero, intrépido defensor de los pobres y desamparados, alcanzó renombre mundial durante sus tres años como arzobispo de San Salvador. Se murió por la bala de un asesino en 1980.

47 AÑOS DESPUÉS: por Santiago Muzio. ONE OFF US.

Es una declaración profética:

“We will never tire of defending innocent life — at home or abroad” (“Nunca nos cansaremos de defender la vida inocente, en casa o en el extranjero”).

Nadie se lo esperaba.
Donald Trump acaba de retar en duelo a la progresía del mundo entero.

Le tiró un guante y por cierto que le ha dado en la cara : “Every person — the born and  unborn, the poor, the downcast, the disabled, the infirm, and the elderly — has inherent value” and said that the U.S. “proudly and strongly reaffirms our commitment to protect the precious gift of life at every stage, from conception to natural death.”( «Cada persona –nacida o por nacer, sea pobre, abatida, discapacitada, enferma o anciana – tiene un valor inherente»                                           y dijo que los Estados Unidos «reafirman con orgullo y firmeza su compromiso de
proteger el regalo precioso de la vida en cada momento, desde su concepción hasta la muerte natural»).

Clarísimo. No hay nada que agregar y todo está dicho. La vida es un “regalo precioso” y no se rompe, ni se tira, ni se rechaza un regalo.

47 años, día por día, después de aquel funesto y fúnebre 22 de enero de 1973 (caso Roe v. Wade) se alzó una voz, clara, tajante y definitiva para decirle al mundo: -Basta. Suficiente. El primero de los derechos es el derecho de todo hombre, -máxime si es indefenso y débil-, de nacer. De vivir. Sin categorías y sin condiciones.

Donald Trump acaba de crear un terremoto mundial de magnitud comparable al
tsunami asiático del 2004. Nadie se lo esperaba. No de esa forma y menos de esa manera.

A contracorriente del pensamiento del establishment occidental, el comandante en jefe del ejército de la primera potencia mundial acaba, a él solo, de ganar una batalla decisiva, aunque no definitiva, afirmando que la vida tiene un valor intrínseco desde su concepción, hasta su muerte natural.

Un noqueo monumental a los promotores del aborto y de la eutanasia.

Añadiendo el gesto a sus palabras, el presidente de los Estados Unidos asistió, por primera vez en la historia de aquel país y por primera vez en la historia de occidente, a la March for Life. El hombre más potente del mundo, volando al socorro de los más débiles. Hay una actitud caballeresca en el gesto de Donald Trump.

Es un cálculo, una estrategia electoral, han afirmado algunos. Puede ser. Necesita de las voces de los pro-life. Qué se yo. También puede ser. Ojo que Trump carga con él
innumerables defectos, han afirmado otros. Claro que sí. Como usted y como yo. Como todos.

No me interesa aquí defender al personaje ni contestar frívolos ataques y argumentos ad hominem. En lo que respecta a la defensa de los indefensos, las palabras y el gesto de Donald Trump son magníficos.

Tienen un valor profético.

Profético es afirmar la verdad ante un mundo que la rechaza, sin miedo a las consecuencias que puede traer aparejada tal afirmación. Profético es afirmar, en tiempos en los cuales los progresistas sólo se preocupan por derechos de cuanta minoría aparezca en la fecunda imaginación del hombre moderno, que el primero de los derechos es el derecho de nacer, de vivir y de morir de muerte natural.

Trump no ha dicho nada descomunal. No ha inventado nada. Sus palabras fueron de una sencillez brutal. La verdad es sencilla. No necesita de artificios, ni de complejas
demostraciones. La verdad está al alcance de todos los que teniendo oídos quieren escuchar y que teniendo ojos quieren ver.

Había dicho el genial G.K. Chesterton que llegará un día en el que será preciso desenvainar la espada para afirmar que el pasto es verde. No ha hecho menos Donald Trump afirmando que “cada niño es un regalo precioso y sagrado de Dios”. Parece ello banal, pero no es poco afirmarlo hoy en día. Es un formidable grito de guerra a la mayoría de los dirigentes occidentales que se esfuerzan por ver en el hombre un instrumento de producción o de consumo. Es un grito de verdad en el desierto de la desolación actual. Es un grito fundacional que recuerda a los hombres que el primero de los compromisos es defender a los más débiles,
los niños por nacer y los ancianos por morir.

Los niños y los ancianos son los pesos en la báscula que equilibra el mundo. Las dos
columnas que sostienen el frágil equilibrio de la vida. Hay un extraño hilo que los reúne y sin el cual ninguna civilización puede sobrevivir demasiado tiempo. Necesitamos de los ancianos para transmitir cuentos, historias y fábulas olvidadas y necesitamos de la imaginación de los niños para que esas historias se encarnen y sigan existiendo de generación en generación. No es casual que en los Evangelios entre los primeros que reconocen a Cristo tengamos a un niño por nacer, San Juan el Bautista, y a un anciano, Simeón.

“Somos la voz de los que no tienen voz”, ha declarado Donald Trump. Y por cierto que esa voz ha resonado fuerte en estos días. Quiera Dios que sea una etapa de conversión para nuestro mundo. Una suerte de Covadonga y de Poitiers de los tiempos modernos. Un párate para un mundo que, desdeñando a los más débiles, corre alocadamente hacia su perdición.

 

«Dar la vida por amor es el único modo eficaz de preservarla».

Mi yugo es suave y mi carga ligera

yugo

El yugo es un instrumento de madera al cual, formando yunta, se unen por el cuello las mulas, o por la cabeza o el cuello los bueyes. El efecto del yugo es unir estrechamente a dos seres vivos, haciéndolos compartir idéntica ruta y un mismo destino. La expresión viene del latín, «iugulus»: garganta. De ahí las venas yugulares, a uno y otro lado del cuello, convirtiendo a esa región en zona de extremo riesgo para la vida.

Lo anterior ayuda a entender el sentido metafórico que se le atribuye a la palabra yugo: carga pesada, prisión o atadura. Ley o dominio superior que sujeta y obliga a obedecer. En el lenguaje político se equipara a tiranía, despotismo, absolutismo. Las proclamas libertarias suelen usar la imagen del yugo finalmente destrozado por la revolución. También en economía se habla del yugo tributario, haciendo gráfica la extenuación e impotencia del contribuyente para eludir el inexorable y siempre creciente caudal de impuestos.

Llama la atención que los contrayentes del matrimonio reciban el nombre de «cónyuges». La raíz es la misma, también el significado original: son dos seres que permanecen ligados en forma tal, que uno no podrá elegir o cambiar la ruta sin involucrar al otro. Con razón se les llama también «consortes», es decir, partícipes de la misma suerte o destino. Por cierto, alguien querrá ver en ello una irritante limitación de la libertad. Muchos, en cambio lo celebrarán como manifestación de solidaridad: todo lo tuyo es mío, todo lo mío es tuyo, todo lo que te afecte a ti me afecta a mí; tú y yo somos una sola cosa. El yugo admite una y otra interpretación.

Una fuerte tendencia cultural presiona hoy en el sentido de suprimir todos los yugos. Los entiende en bloque, sin discernimiento, como atentatorios a la libertad. El existencialismo considera toda norma como una violencia contra la libertad, ya que al ser universal, no puede la norma o ley tomar en cuenta la irrepetible originalidad de cada individuo. Del marxismo conocemos su grito de guerra: odio a todos los dioses; la religión es el opio del pueblo: las normas y leyes no son más que la violencia que las clases dominantes imponen a las clases oprimidas. Para el liberalismo no hay otra ley que la autonomía: cada uno es ley para sí mismo. No existe nadie, ni en el cielo ni en la tierra, con autoridad para dar órdenes que uno no quiera aceptar.

En este escenario cobra su real dimensión las concentraciones nudistas recientes. El fotógrafo que lo convocó había previamente expuesto múltiples razones de su performance. Sólo días después de realizado el acto, desnudó su real intención. Según él, las religiones no han hecho otra cosa que ejercer control sobre los seres humanos. Los varones, a su vez, se han dedicado a ejercer control sobre las mujeres. Al convocar a mujeres y varones para que se desnuden promiscuamente y en espacios públicos, el fotógrafo ha pretendido, según propia confesión, liberar al hombre del control o yugo de las religiones. Estos actos fueron explícitamente de rebeldía o agresión contra Dios.

Respetando a las personas que quisieron participar (sólo Dios conoce y juzga lo que hay en cada corazón), tomamos nota de lo que ellas manifestaron finalizado el acto «¡soy libre, por fin pude ser libre, por fin puedo hacer lo que yo quiera! ¡Esto es lo máximo: la más bella experiencia de mi vida!». Representantes de la psiquiatría y psicología han querido ver en ello una liberación de traumas largamente reprimidos. Puede ser. Vale, sin embargo, la pregunta: ¿liberados de qué? ¿Y con libertad ahora para qué? A ellos les toca responderla, uno no puede invadir su conciencia.

Cualquiera sea la respuesta, el episodio deja una apasionante tarea para los educadores. No hemos logrado enraizar en nuestros pupilos la convicción de que toda norma o ley moral, lejos de ser un atentado contra su libertad, es su signo y seguro de vida. Tomemos como ejemplo los diez mandamientos. Honrar padre y madre ¿limita o enriquece mi libertad? Concebir y dar a luz un hijo ¿»embaraza» o enaltece mi libertad? Y si ese niño tiene alguna patología invalidante ¿se recibe y trata al niño como una carga que irremediablemente se debe soportar, o como una oportunidad y exigencia de amar con predilección, hasta el límite? Honrar la verdad, decirla y hacerla ¿restringe mi libertad o es la mejor manera de ser libre? Honrar la propiedad ajena y cumplir la perfecta justicia ¿me limita o me dilata como persona? Ser justo (dar a cada uno lo suyo) equivale en la Biblia a ser santo. Honrar y respetar la vida, cuidarla y defenderla, aun a riesgo de sacrificar la propia ¿frena mi autorrealización o es el máximo signo de autodonación? Dar la vida por amor es el único modo eficaz de preservarla.

Detrás de cada norma restrictiva de mi libertad germina, cuajada de promesa, una semilla de afirmación de mi propia libertad. Bien lo saben los cónyuges. Al celebrar su contrato matrimonial, entienden compartir y compenetrar su libertad con la del otro contrayente. Quedan uncidos en una yunta, vinculados con un mismo yugo. Si a veces surge la nostalgia de la libertad preconyugal, será ocasión de revalidar el gesto profético y audazmente comprometido que llamamos fidelidad. «Yo elegí este camino, y a esta persona como compañera de camino. Se lo prometí a ella y a Dios. Yo soy libre para prometer, y libre para cumplir lo que he prometido. Mi libertad se llama ahora fidelidad. Y en esa fidelidad encuentro mi felicidad. Porque la felicidad se da en el amor perfecto, como perfecto es el amor del Padre celestial, y perfecto el amor de Cristo por su Iglesia».

Pero ¿dónde queda mi imperfección? ¿Qué hago con mis ostentosos límites? ¿Seré capaz de vivir todo el tiempo uncido al mismo yugo? Ahora comprendemos la sabiduría y benevolencia de Cristo. Anticipándose a nuestra objeción, Él se nos ofrece como receptor de nuestras fatigas y corrector de nuestras limitaciones: «venid a Mí, todos los que estéis cansados y agobiados. Yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón. Así encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave, y mi carga ligera».

Genial: el modo de aliviarse uno de sus propios agobios, es cargar con el yugo de Cristo. ¿Y cuál es el yugo de Cristo? Fidelidad a la voluntad del Padre. Fidelidad que se aprende vaciando el corazón de toda soberbia y prepotencia. «Aprendan de Mí: soy manso y humilde de corazón». Los mansos heredan la tierra. Los humildes son ensalzados por Dios. Los mansos se han liberado de la tentación de controlar y violentar a los demás. Los humildes se han liberado de la tentación de posar y aparentar más allá de lo que son. Mansos y humildes son, por excelencia, libres. Y por eso felices. Y le deben su libertad y felicidad a que aceptaron cargar el yugo de Cristo.

«Dichosos los que caminan en la Ley del Señor, y guardan sus mandamientos de todo corazón. Tus mandamientos son la alegría»

Autor del texto: Raúl Hasbún

Web católico de Javier