Amine Moussa se ha vuelto miedoso con la vejez. Él,
de universidad, amado y respetado por todos, ahora es presa de la angustia y del insomnio. Su mujer, Atika, se ríe de sus paranoias y sospecha que no está llevando bien el acercarse a los sesenta. No le entiende. Amine se sobresalta sin razón por la calle, ha comenzado a hablar solo. No se siente cómodo en ninguna parte. En su casa ya no puede soportar la presencia de la chica de la limpieza.
Odia a esa solterona de boca amarga y su mirada de desprecio. Ella cuenta con fervor cómo su hermano ha partido hacia Damasco y les envía el dinero que ha ganado en el combate. Mucho dinero. Le agradece a Dios con las palmas hacia el cielo el haber guiado a su hermano hacia la yihad. Hace una semana previno a Amine: “Señor, no puedo servirle si…
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