«Dice Judas…: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?”. Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: “Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis”» (Jn 12,4-8).
— «¡Ahhh! ¡Si vendiera todo el oro del Vaticano…! ¿a cuánta gente podría alimentarse?» —decía una señorona mientras miraba un cuadro de la Capilla Sixtina en un salón de belleza.
— «¡Claro! ¡Si hasta banco propio tienen —agregaba otra mientras se limaba las uñas— y hay tantos pobres en África…!
Mientras tanto, una jovencita que se dedicaba a barrer el piso, pensaba para sus adentros:
— «¡Qué raro! Yo siempre que fui a mi parroquia volví con algo…
Ver la entrada original 1.896 palabras más